jueves, 22 de mayo de 2008

Invisibles

Supongo que no es raro, pero me di cuenta de que es más fácil hablar con un desconocido que con mis propios vecinos.

Esta mañana me encontré con una señora/señorita –no sé definir su estado civil- en el ascensor. Cuando entró no me saludó, podría asegurar que ni siquiera notó que había alguien más. Piso 4, 3, 2, 1, planta baja… abrió la puerta y bajó.

No es que me haya sorprendido, de hecho cada vez que la cruzo es igual, pero esta mañana me molestó y mucho porque además de ignorarme cerró la puerta de calle prácticamente en mi cara. Decidí entrar a su negocio y preguntarle qué le pasaba. Pero me quedé parada observando porque una clienta llegó y mi vecina no la miró, fue como si fuera invisible.

La señora giró hacia mí y dijo: “Parece que no está atendiendo… o no tiene ganas de atender. ¿No sabés dónde hay otra peluquería?”.

En ese momento perdí el papel protagónico y dejé de ser la única a la que ignoraban. Por supuesto la peluquera perdió una clienta.

Lo interesante es que pude quedarme charlando un rato con Marcela (la que no consiguió ser atendida), una nueva amiga invisible.

sábado, 10 de mayo de 2008

Máximo y Gabriel

Un día como cualquier otro. La gente camina rápidamente, inmersa en sus propios problemas. Pero Máximo recorre la avenida Sarmiento de manera diferente, quizás porque su trabajo está en la calle y por eso debe detenerse a mirar lo que los demás no miran: cartones y papeles que los negocios y casas desechan.

Lo observo. Noto que un niño está con él y me está mirando. No parece molesto, sino curioso porque se dio cuenta de que los estoy siguiendo. En ese momento Gabriel, de 5 años, se acerca y me saluda alegremente. Su papá, Máximo, también hace lo mismo y cinco minutos después ya estábamos charlando.

Me contaron tantas cosas que apenas llegué a mi casa tuve que escribirlas en papel para no olvidarlas. Sin duda lo que más me llegó fue la alegría y el orgullo de Gabriel de saber que está ayudando a su padre. “Pero él sabe que a mi no me gusta que venga a cartonear, lo hago porque no podemos mandar a los dos chicos al colegio, la plata no nos da”, me contó Máximo. También me dijo que prefiere que esté junto a él y no que se quede hasta la madrugada vendiendo mentitas en los semáforos y bares.

Otra cosa que me sorprendió es la buena relación que tienen muchos comerciantes y vecinos con él. “Ya saben que yo paso seguidito por acá, entonces me dejan cajas y diarios que ya no les sirven”, explicó. Incluso hay una señora –que espero poder conocer en algún momento- que los espera con un mate cocido.

Antes de despedirme le dije que me parecía que su trabajo era muy sacrificado porque sacaban poca plata y tenían que caminar mucho. “Sí, es difícil, pero por lo menos puedo estar con mi hijo, ver a la gente en la calle y también conocer a locos como vos que necesitan hablar un rato ¿Che lo de loco es con buena onda no?”.

Su respuesta me descolocó, me pareció genial. Yo estaba convencida de que él tenía ganas de charlar con alguien y contar su “historia” y el pensó lo mismo de mí y por eso se acercó.

sábado, 3 de mayo de 2008

Sólo emociones

Hay días en los que necesito que un ángel pase por mi vida, me de un respiro, una bocanada de aire fresco. A veces esos ángeles están siempre alrededor mío y no los noto y es así como se terminan yendo y buscando a alguien que si los mire.
Lamentablemente me doy cuenta que los quiero y necesito a mi lado cuando ya no están. Quizás si dejo de lado lo que pienso de mí y la imagen que la gente creó, por lo que permito que vean, se queden a mi lado. Quizás si pongo mi corazón y mi vida en sus manos…Siempre es quizás, ¿porqué no hacerlo?

Hoy lo hice.

Este es un post distinto, no suelo escribir en primera persona pero las emociones por las que atravesé durante el día así lo exigían. Son sólo eso, emociones y necesitaba expresarlas de algún modo.