sábado, 10 de mayo de 2008

Máximo y Gabriel

Un día como cualquier otro. La gente camina rápidamente, inmersa en sus propios problemas. Pero Máximo recorre la avenida Sarmiento de manera diferente, quizás porque su trabajo está en la calle y por eso debe detenerse a mirar lo que los demás no miran: cartones y papeles que los negocios y casas desechan.

Lo observo. Noto que un niño está con él y me está mirando. No parece molesto, sino curioso porque se dio cuenta de que los estoy siguiendo. En ese momento Gabriel, de 5 años, se acerca y me saluda alegremente. Su papá, Máximo, también hace lo mismo y cinco minutos después ya estábamos charlando.

Me contaron tantas cosas que apenas llegué a mi casa tuve que escribirlas en papel para no olvidarlas. Sin duda lo que más me llegó fue la alegría y el orgullo de Gabriel de saber que está ayudando a su padre. “Pero él sabe que a mi no me gusta que venga a cartonear, lo hago porque no podemos mandar a los dos chicos al colegio, la plata no nos da”, me contó Máximo. También me dijo que prefiere que esté junto a él y no que se quede hasta la madrugada vendiendo mentitas en los semáforos y bares.

Otra cosa que me sorprendió es la buena relación que tienen muchos comerciantes y vecinos con él. “Ya saben que yo paso seguidito por acá, entonces me dejan cajas y diarios que ya no les sirven”, explicó. Incluso hay una señora –que espero poder conocer en algún momento- que los espera con un mate cocido.

Antes de despedirme le dije que me parecía que su trabajo era muy sacrificado porque sacaban poca plata y tenían que caminar mucho. “Sí, es difícil, pero por lo menos puedo estar con mi hijo, ver a la gente en la calle y también conocer a locos como vos que necesitan hablar un rato ¿Che lo de loco es con buena onda no?”.

Su respuesta me descolocó, me pareció genial. Yo estaba convencida de que él tenía ganas de charlar con alguien y contar su “historia” y el pensó lo mismo de mí y por eso se acercó.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por casualidad llegué a tu blog y me gusta lo que escribís.
Me parece muy interesante que hables con gente que no conocés. Admiro que te acerques a hablar a riesgo de que te cataloguen de "loca". Además se nota que te interesás por las personas y sus historias.

Marcelo.

Alvarette dijo...

Un escrito cargado de calidad humana. Poca gente (que yo conozca al menos) se anima a abrirse a la gente como vos lo hacés; por que asumo que si la gente te habla (el abuelo Joaquín, Máximo) es porque vos tenés una apertura al diálogo.
Estas Crónicas de la ciudad me ecantan... se agradece.