jueves, 22 de mayo de 2008

Invisibles

Supongo que no es raro, pero me di cuenta de que es más fácil hablar con un desconocido que con mis propios vecinos.

Esta mañana me encontré con una señora/señorita –no sé definir su estado civil- en el ascensor. Cuando entró no me saludó, podría asegurar que ni siquiera notó que había alguien más. Piso 4, 3, 2, 1, planta baja… abrió la puerta y bajó.

No es que me haya sorprendido, de hecho cada vez que la cruzo es igual, pero esta mañana me molestó y mucho porque además de ignorarme cerró la puerta de calle prácticamente en mi cara. Decidí entrar a su negocio y preguntarle qué le pasaba. Pero me quedé parada observando porque una clienta llegó y mi vecina no la miró, fue como si fuera invisible.

La señora giró hacia mí y dijo: “Parece que no está atendiendo… o no tiene ganas de atender. ¿No sabés dónde hay otra peluquería?”.

En ese momento perdí el papel protagónico y dejé de ser la única a la que ignoraban. Por supuesto la peluquera perdió una clienta.

Lo interesante es que pude quedarme charlando un rato con Marcela (la que no consiguió ser atendida), una nueva amiga invisible.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad que todos tenemos una vecina o vecino que nos amarga el día. Esta peluquera parece no sólo antipática sino mal educada, el saludo no se le niega a nadie.
Que bueno que después del mal trago pudiste hablar un rato con la otra señora. ¡Me encantó que haya perdido una clienta!

Diego Nofal dijo...

Salud para los nuevos amigos y adios para los vecinos caraculicos