Supongo que no es raro, pero me di cuenta de que es más fácil hablar con un desconocido que con mis propios vecinos.
Esta mañana me encontré con una señora/señorita –no sé definir su estado civil- en el ascensor. Cuando entró no me saludó, podría asegurar que ni siquiera notó que había alguien más. Piso 4, 3, 2, 1, planta baja… abrió la puerta y bajó.
No es que me haya sorprendido, de hecho cada vez que la cruzo es igual, pero esta mañana me molestó y mucho porque además de ignorarme cerró la puerta de calle prácticamente en mi cara. Decidí entrar a su negocio y preguntarle qué le pasaba. Pero me quedé parada observando porque una clienta llegó y mi vecina no la miró, fue como si fuera invisible.
La señora giró hacia mí y dijo: “Parece que no está atendiendo… o no tiene ganas de atender. ¿No sabés dónde hay otra peluquería?”.
En ese momento perdí el papel protagónico y dejé de ser la única a la que ignoraban. Por supuesto la peluquera perdió una clienta.
Lo interesante es que pude quedarme charlando un rato con Marcela (la que no consiguió ser atendida), una nueva amiga invisible.
2 comentarios:
La verdad que todos tenemos una vecina o vecino que nos amarga el día. Esta peluquera parece no sólo antipática sino mal educada, el saludo no se le niega a nadie.
Que bueno que después del mal trago pudiste hablar un rato con la otra señora. ¡Me encantó que haya perdido una clienta!
Salud para los nuevos amigos y adios para los vecinos caraculicos
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